Qué vivan las mallorcas, los quesitos y los envíos de mamá

Para los que estamos lejos de casa, hay sabores que se quedan con nosotros. Estos sabores los ansiamos, los soñamos, los lloramos. Es parte esencial de la identidad que se cuela hasta en nuestra perspectiva del mundo.


Llevo días preguntándole a varios puertorros en el exilio – todos de mi generación – sobre esos sabores que añoran más. La lista, por supuesto, es larguísima. Muchos extrañan productos de marcas locales, como las empanadillas Kikuet, las panetelas de Carla’s Sweets, las galletas Bimbo, la colita champán, el Old Colony y los bizcochitos de Holsum.

Las viandas tampoco faltaron: yautía lila, malanga, amarillos y la pana para hacer tostones. Extrañamos las frituras, el pescado fresco, los pinchos, la Medalla, el DonQ y la comida de Navidad, de cafetín o de los carritos de la calle.

Cada uno tiene su lista de prioridades, aunque fue interesante ver como todos coincidimos en los irresistibles antojitos de panadería. El pan criollo, los quesitos y los pastelillitos de guayaba están como fusionados en nuestra sangre. ¡No sé qué le echan a esa mezcla! Me explicaron que son como sinónimo de felicidad, especialmente ese adictivo pan de mallorca criollo que embarramos con mantequilla y azúcar de cofitero… muy diferente a las ensaimadas de los españoles hechas con manteca o el brioche de los americanos que le falta je’ ne sais quoi


Buscándole significado a los sabores

Estos sabores y las experiencias que los acompañan también forman parte de nuestro largo proceso de asimilación cultural. Más que un simple antojio dicen mucho de quiénes somos. Cuando se trata de los dulces de panadería, por ejemplo, tenemos presente esos momentos cuando compartíamos con los amigos de la universidad o del trabajo una rica mallorca tostadita con una taza de café o una malta India bien fría. No solo recordamos que era rico y económico, sino que era terapéutico. Era nuestra manera de conectarnos con el diario, de socializar, de chismear sobre los artículos del Vocero y compartir las viejas historias de las que no se hablan en Facebook.

En Starbucks o Caribou Coffe no tengo eso.

Cuando estamos lejos, la añoranza por esos sabores y aromas se entremezclan con todo lo que extrañamos. Nabol y yo tratamos de recrear esa deliciosa calidez isleña en casa. Pero no siempre es fácil. Lo seguimos haciendo porque es importante hacerlo. Buscamos estos tesoros por todas las tiendas étnicas de Chicago, por Internet o hacemos los famosos encargos a la familia que no deja de consentirnos. 


Esta búsqueda constante por mantenernos conectados a estos sabores tampoco se trata de estar anclados al pasado; son nuestro fundamento. Son el punto de partida para lograr cosas maravillosas sin perder de perspectiva de dónde venimos. Nos mantiene con los pies en la tierra y nos da alas para transformar el futuro.

Parece una exageración, pero no lo es. Lo mismo pasa con la música que nos inspira, los artistas y escritores. Alguien que aprecia el sabor de la malta India, por dar un ejemplo, tiene una perspectiva del mundo muy diferente a alguien que creció tomando Mello Yello. Cada sabor está atado a un contexto social, cultural e histórico y te permite darle paso a una conversación, a un intercambio de ideas.

También es interesante notar como los diferentes antojos cambian un poco por generación. Mientras la generación de mi hermana Yolanda, que está en sus 40s, extraña más la comida navideña y las frituras de Piñones, yo siempre estoy en busca de condimentos, viandas y maltas para hacer ponche. Cada antojo tiene su razón de ser.

Mi hermana extraña las comidas familiares y las salidas a la playa. Y nosotros queremos experimentar con los sabores caribeños como lo hace la nueva generación de chefs puertorriqueños. 

Como nosotros hay muchos de mi generación utilizando los sabores de casa para inventar. Mi amiga Mayra de Los Ángeles, bloguera de Estilo Familiar, dejó a todos locos con su receta de sushi con amarillos fritos para la marca Kikkoman, parte de una campaña para US Hispanic. Igualmente, chefs como José Mendín del restaurante Pubbelly en Miami han sido reconocido por llevar nuestros sabores a otro nivel con fusiones exquisitas.


Preservando un legado de sabor

Eso sí, antes de ponernos a inventar, queda de nosotros preservar la integridad de esos sabores y platillos para poder seguir jugando con ellos generación tras generación. Ya sea que estemos viviendo en la Isla o fuera, es práctico conocer los básicos de la tradición antes que todo. Por eso, además de comprar todos los libros de cocina disponibles, me encanta seguir las diferentes recetas clásicas del blog Sazónboricua.com de Jeannette Quiñones-Cantore o del otro blog de mi amiga Mayra Cocina Latina y Caribeña.

Como dice el dicho: “antes de romper las reglas, primero hay que aprenderlas”.

Eso aplica muy bien a la cocina puertorriqueña, especialmente ante la incertidumbre política y económica que amenaza muchas de las empresas, tiendas y restaurantes de comida puertorriqueña. 


Es tiempo de documentar todas las recetas y secretos de familia para compartirlas. Igualmente, hay que escribir sobre todas esas historias que las acompañan. Es tiempo de tomar fotos, de hacer preguntas y buscar todo lo que podría quedar olvidado en el baúl de los recuerdos.

Y por supuesto, ahora más que nunca, es tiempo de apoyar lo nuestro. ¿Por qué comer en una franquicia cuando podemos disfrutar la comida de un restaurante o cafetín local? Incluso para los que vivimos afuera, ya muchos negocios locales hacen delivery de productos. Y es súper conveniente. También está la opción de hacer trueque culinario con tus familiares. Tu me envías galletas Bimbo y yo te mando la especialidad de mi pueblo. Es un éxito.


Apoyar lo nuestro es la única manera de mantenerlo vivo. No hay nada como regresar a casa y saber que Kasalta todavía sigue ahí. Igual con Compostela, la Placita de Santurce, Brazo Gitano Franco y todos nuestros lugares y productos favoritos. No hay que darlos por sentado.

El día que me encontré a La Bombonera cerrada se me rompió el corazón. Abierta por españoles desde 1902, sobrevivió más cambios de gobierno de los que vimos mi abuela, mi mamá y yo juntas. Era una parada obligatoria en la Calle San Francisco del Viejo San Juan para comerse una mallorca planchada con mantequilla y jugo de china natural. Además de ser el tercer restaurante más antiguo después del Café Turull y La Mallorquina.

Doy gracias porque a solo pasos de allí todavía sobrevive Cafetería Mallorca, fundada por los mismos dueños de La Bombonera. Y los dulces son exquisitos. El café, el jugo de china y las mallorcas, ni se diga. Los meseros en sus chalecos negros te hacen conversación y te atienden como restaurante de cinco estrellas. Las noticias de la mañana siempre están de fondo y lo que daría por probar ese pan crujiente por fuera y suave por dentro. 


Hoy, estoy en la ciudad de Chicago. Afuera hace un frío de 30 grados que no es tan encantador como te lo pintan en las películas. Pero dentro de mi casa, es otro mundo. Nabol y yo estamos tratando de imitar las mallorcas de Cafetería Mallorca, acompañados por la música de Somvazio, Lateral y El Secreto de Andrómeda.

Si vieran el reguero que tenemos en la cocina... ¡Épico! ¡Pero no importa! Hubiésemos preparado coquito para entonar mejor este desastre. Nada, si el horno no nos falla… (toquen madera) la celebración empieza en exactamente en 15 minutos. Ya puse a colar el café.

5 comments:

  1. Me encantó Verdelicias. El escribir las recetas originales de mi tierra tienen tu misma motivación: preservar para que nunca desaparezca. Hoy en día hay muchas fusiones gastronómicas que van influenciando nuestras comidas y "aguan" las recetas originales. Pero, una vez se conoce la receta básica, podemos ser creativos e inventar sobre lo conocido. Un artículo que me encantó y llegó al alma. Gracias por la mención.

    Igual que tu medito en cómo el boricua en la Isla prefiere un café de Starbucks sobre un cafecito de una cafetería, que además de ser más barato como por $800 dólares!, tiene buen sabor. No se compara. Pueden hacer frappés con él y llevarlo en vasos. Es cosa de lo que el mercadeo hace en la gente sin ponerse a pensar que con uno de esos cafecitos pueden comprar 1 paquete de café del país que le dura 1 semana. Digo yoooo.....simples matemáticas para economizar dinero mientras se preserva una industria. También hay muchos cafés estilo Starbucks en PR a los que pueden apoyar como el del segundo nivel de Plaza Las Américas y uno que hay en la plaza de Maricao. Otra interrogante....¿Por qué no le piden a Starbucks en la Isla que añada el café boricua dentro de sus alternativas? Esto son sueños en los que medito y que me gustaría que mi gente pensara antes de comprar. No que no me haya tomado un café de Starbuck.....claro acá en EU en alguna salida con amigas porque no hay remedio y tengo que hacerle 20K modificaciones para poder mejorarlo un poco o lo tomo como frappe que el azúcar cura todo los males! Ja, ja! Meditaciones y sueños...

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  2. Me emocionò mucho este post... me recordo tantos sabores que hacen falta de mi tierra...
    Un abrazo.
    The Indian Savage Diary

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  3. Jjajajaaaaaa... Hasta a mi, que estoy en la isla, me dieron deseos de salir corriendo a comprar una Mayorca y comérmela con una Malta India... Jajajaaaaa... Mañana parto para FL a visitar a mi familia y la lista de encargos es tan larga, que llevamos una maleta extra. Me gustó mucho tu escrito.

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  4. Dios mío la foto de la mallorca y el café me atraparon. No sabía como seguir bajando el cursor. Jajaja Caliéntense juntitos y sigan la fiesta. Jajaj Un abrazo desde San Juan.

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  5. Me trajo recuerdos de cuando estaba viviendo fuera de PR. Moría por una buena comidita criolla y por unas frituras de Piñones...jaja Ya GAD llevo varios años de regreso en la isla y puedo satisfacer esos antojitos. :-)

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